**Pinto escenas típicamente asociadas con la feminidad, la ternura y lo frágil. Creo mundos fantásticos que, a pesar de verse distorsionados y barrocos, son a la vez estéticos y consoladores. Debido a los matices de humor y de ironía en mucho de mi trabajo, algunos han acusado a mi obra de ser kitsch. Sin embargo, yo considero que el uso excesivo de ornamentación puede ser visto como un reflejo de las negaciones de la vida: clichés que han perdido su inocencia sin propagar sabiduría.
Mi obra explora la sexualidad femenina y los ideales tradicionales de la mujer, como ser ama de casa y portadora de niños. Esta es una ideología arraigada en Monterrey, mi ciudad natal en el conservador norte de México. Esta visión de éxito, una idea angosta e incluso asfixiante de realización, es una que encuentro fascinante y repulsiva a la vez. En mis piezas, suelo contemplar estos temas a través del uso de metáforas—principalmente aves y flores. Mi objetivo es usar el afecto, la tonalidad y el humor como medios de expresión ideológica.
Mi proceso artístico es una constante indagación con el fin de descubrirme a mí misma y a mi entorno. Ya sea tratando de entender lo que es la autenticidad en la ciudad radicalmente polarizada en la que vivo, o en su íntima e idiosincrática escena del arte, o incluso en un nivel personal—constantemente estoy intentando descifrar mi propio sentido de sinceridad, solo para terminar encontrando más inconsistencias y contradicciones. No busco patrocinar ni hacer propaganda. Más bien, intento confrontar a los espectadores con sus propios deseos y lujurias subyacentes, con piezas que no dejan de ser subversivas mientras que son reconfortantes.